El Diablo en las Instituciones

El pasado mes de Enero, los que vivimos en Estados Unidos vivimos eventos sin precedentes en este país que culminaron con las manifestaciones e invasión del Capitolio en Washington, D.C. Para muchos que pensamos en este paìs como un ícono de la democracia y la legalidad, estos eventos han sido como levantar un velo que cubría las mas ocultas realidades que a lo mejor no sabíamos existían.

México DF, 11 de junio de 2003. El Presidente Vicente Fox, acompañado Andrés Manuel López Obrador, Jefe de Gobierno del DF y de Arturo Montiel, Gobernador del Estado de México. By Gustavo Benítez (Presidencia de la República), Public Domain

Donde quiera que te encuentres en el espectro político debe reconocerse que lo que pasó en Washington no fue cualquier cosa y no debe aceptarse como lo normal. Lo sucedido, sin embargo es un buen recuerdo de lo endeble que es la democracia como sistema político, dada su naturaleza que descansa en la decisión del pueblo.

Muchas cosas resaltan en el aftermath de los hechos de Washington. El importante rol que juegan los líderes políticos. La influencia innegable de las redes sociales. El delicado balance de poderes en una República. Los desafíos que dejan un sistema de educación primordialmente público y, por ende, sumamente dependiente del balance de las fuerzas políticas del país.

Como Mexicanos viviendo en el extranjero, estos eventos nos dejan el mal sabor de boca. Por un lado, descubrimos algo negativo en el país que nunca pensamos lo llegaríamos a ver. Pero por otro lado, nos recuerda el paìs que dejamos y el largo camino que tiene por recorrer.

México no es inmune a estos desafíos que hoy enfrenta Estados Unidos. Lo que es peor, los enfrenta con una democracia apenas naciente, con instituciones jóvenes, incompletas y, por tanto, débiles.

Pero no todo descansa en las instituciones. Los pasados cuatro años nos han enseñado la importancia que tienen los líderes de esas instituciones en el correcto funcionamiento de ellas. Hasta esta época en Estados Unidos el pensamiento reinante era que las personas en el poder eran, en lo general, personas honestas de valores arraigados. Richard Nixon era visto como la excepción a la regla y ejemplo de algo que no debía repetirse.

Después de la presidencia de Donald Trump, sin embargo, muchos estadounidenses se quedan con la pregunta de hasta dónde puede llegar el paìs en manos de alguien decidido a hacer su voluntad por encima de la del pueblo. Y esto, otra vez, nos lleva de vuelta a México.

Muchos recordaran al actual presidente de Mexico haciendo campaña en el pasado cuando esgrimió la famosa frase “Al diablo con las instituciones”. El ahora presidente, esta teniendo un impacto innegable en las instituciones que el ahora encabeza y hasta las que no. Desde la suprema corte, al Instituto Electoral, la prensa, el Instituto de Acceso a la Información y muchas mas. No es esta una crítica, para bien o para mal, esto no es sino una realidad a la vista de todos.

Esta influencia de una sola persona en las instituciones a lo largo de un país no es poca cosa. Como lo demostró la situación en Estados Unidos, las personas que están a cargo de estas pueden tener un impacto positivo o negativo, a pesar del entramado institucional existente, incluso en una democracia como esta. Es por eso que se debe poner especial atención en estas personas y estar vigilante a la dirección que dan no sólo en política publica, sino en la ejecución y en la implementación del estado de derecho. En los pesos y contrapesos de los que tanto depende la república.

La critica, la apertura de la información y la rendición de cuentas se vuelven contrapesos sumamente importantes y necesarios para la evolución de nuestras democracias y la consumación de nuestras repúblicas. Porque si las personas a cargo pudieron tener un impacto tan importante en una democracia como la de Estados Unidos, no se tenga duda que pueden tenerlo también, con un impacto similar o de mayor magnitud, en la Mexicana.