Viviendo con Trastorno Mental en un Hogar Mexicano

Muchas personas que estamos encerradas estamos lidiando con enfermedades mentales que se están viendo afectadas por el estrés que causa el covid-19. Hace varios años me diagnosticaron con ansiedad y trastorno obsesivo compulsivo y el día a día es una pelea constante. Ambas enfermedades me obligaron a volverme algo reclusa, pero cuando tú familia es Mexicana y ama socializar eso puede ser difícil. Hoy decidí contarles mi historia con mis trastornos y cómo lo tomo mi familia. No quiere decir que todas las familias sean así, muchas personas reaccionan de manera diferente, así que espero no ofender a nadie.

A la edad de quince años, pasé por mi primer ataque de pánico mientras estaba en la escuela. Recuerdo haber sentido que iba a morir, no podía respirar y estaba mareado, la enfermera no sabía qué hacer y simplemente me envió a casa. Pero antes de irme a casa, mi cuñada decidió llevarme al médico. Después de examinarme, hacer las preguntas habituales y concluir que no había ningún problema físico conmigo, el médico se paró frente a mí, me miró de manera extraña y me preguntó “¿Tiendes a lavarte mucho las manos?” Me sorprendió, y no tenía idea de a dónde iba con esa pregunta, pero respondí con sinceridad y dije que sí, y luego hizo una serie de preguntas extrañas a las que las respuestas también fueron indudablemente afirmativas. Salir de la oficina del médico ese día se sintió extraño porque tenía más preguntas que respuestas, y una cita con un consejero, algo que nunca vi como una posibilidad para mí. Pero fue hasta que estuve en el auto que me di cuenta de que había algo mentalmente mal conmigo, y que si no era normal siempre sería vista como una loca. En ese momento me di cuenta que la mirada que me había dado el médico era una de lástima.

Cuando eres criado en un hogar mexicano, los trastornos mentales no son una realidad. Sí te sientes mal pero no es un padecimiento físico, entonces se te dice que lo superes y no se menciona nuevamente. Decirle a mi mamá que el médico dijo que podría tener algo llamado TOC y ansiedad, y que aparte tenía que ir a un consejero, fue bastante tranquilo no hubo reacción porque no era necesario. Iba a ir al consejero porque el médico lo sugirió pero no tenía nada y debía dejar de ser dramática. En ese momento ni siquiera podía argumentar en contra de esa lógica porque yo misma no sabía lo que significaba ese diagnóstico.

La primera vez que visité al consejero fue aterrador, no quería estar loca, quería que me dijera que estaba bien y me enviara a casa porque no era posible que de un día para otro pudiera tener un trastorno mental. Los primeros minutos de la cita, mi mamá tuvo que estar en la habitación porque el consejero tenía que explicarle, que si las sospechas del médico eran correctas, las cosas podrían ser un poco diferentes y que iba a necesitar apoyo y comprensión. Supongo que aún no se había dado cuenta que llevarme a esa cita era su versión de apoyo y que la comprensión no iba a llegar hasta muchos años después. Asistí a dos sesiones más después de la primera antes de que mi mamá sintiera que cruzar cinco ciudades más de una vez por semana era demasiado, yo acepté. No me gustaba faltar a clases, y conducir treinta minutos de ida y vuelta a la oficina del consejero me quitaba mucho tiempo.

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Con el paso de los años me di cuenta que aunque yo me acostumbrara a mi trastorno mental, mi familia no. Y lo entiendo porque cuando no es algo obvio como puede ser verdad, pero eso no significa que no fuera molesto. Los Mexicanos están acostumbrados a llegar saludando a todo mundo, y a mi eso me causaba pánico. El solo pensar en tener que tocar a todas esas personas me estresaba. Pero entre más me negará a hacerlo más se molestaba mi mamá y más me obligaba a que saliera de la camioneta. Mi familia es muy compartida, y creó muchas familias latinas están acostumbrados a ser así, pero a mi me molesta muchísimo que toquen mis cosas y las muevan de lugar. En el momento en el que alguien toma algo mío empiezo a pensar en todas las cosas sucias que tocaron antes, pero mi familia no ve eso solo ven a una persona egoísta.

Ahora evitó asistir a todo tipo de evento social ya no por mi pero para evitarle molestias a la gente, para evitar que se sientan mal cuando lo los saludo de abrazo o que tengan que sacarle la vuelta a la silla donde esté sentada. Tener una enfermedad que la gente no conoce solo causa malos entendidos y se que muchos de mis familiares piensan que soy una creída antisocial. Mi hermana se frustra mucho cuando le digo que se lave las manos constantemente o que limpie ciertas cosas pero es algo que no puedo evitar.

Tener TOC es como tener una comezón que no se quita, te rascas y te alivia el molestar por un momento pero después regresa. Y se que es molesto para la gente pero es todavía más molesto para uno. Todas las noches tengo que desinfectar mi celular, no puedo tocar mi ropa limpia o maquillaje sin haberme lavado las manos antes, no me puedo acostar en mi cama sin bañarme aunque me esté muriendo de sueño, odio tocar las perillas de las puertas si no lo hago con una servilleta, si toco mis zapatos o pies tengo que lavarme las manos, y jamás recojo cosas que se me caen al piso.

Se que mi familia hace lo que puede para tratar de entender que no hago las cosas con mala intención pero es muy pesado hasta para mi. Espero que a alguien le sirva mi experiencia y nos volvamos un mundo más comprensivo. Cuídense, no olviden tomarse un respiro, y no salgan si no es necesario.

Si tú o alguien que conoces padece de trastorno obsesivo compulsivo, puedes encontrar más información en el sitio de la CDC o con la Mayo Clinic. Más información sobre cómo los transtornos mentales afectan a los latinos se puede encontrar con la Anxiety and Depression Association of America.