Creciendo en Estados Unidos, Lejos de la Familia

Muchos mexicanos que vivimos en Estados Unidos estamos separados de nuestras familias por diversas circunstancias. La más común es la deportación, la segunda es la inmigración en sí. Pero por cualquier número de razones el punto es que de ambos lados de la frontera se encuentran niños creciendo sin sus padres y padres extrañando a sus hijos. Hoy les quiero hablar de mi experiencia creciendo separada de mi familia esperando y alguien se identifique o quiera compartir la suya.

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Nací en Pharr, Texas, una ciudad que limita con Reynosa Tamaulipas, la ciudad en la que reside mi familia, y donde felizmente pasé los primeros cinco años de mi vida, así como veranos y vacaciones escolares desde los seis a los dieciocho años.

Mi vida comienza a complicarse cuando mis padres decidieron que mi madre iba a dar a luz en los Estados Unidos. Su plan todo el tiempo fue que yo me fuera a vivir a México por el resto de mi vida, pero que tuviera la oportunidad de regresar a EU sin problema si así lo quisiera. Lamentablemente las cosas cambian. Fui criada en México aprendiendo a leer y escribir en español por parte de mi padre, quien se aseguró de que supiera que no importaba lo que sucediera, o si nací o no en Estados Unidos, primero que nada era Mexicana. En ese momento no entendía por qué era tan importante para mí recordarlo hasta que, en un cierto día mi madre me informó que me iba a mudar y que comenzaría a asistir a la escuela en Weslaco.

Una vez más, estaba confundida, no entendía por qué tenía que salir de mi casa, por qué no podía ir a la escuela con mi hermana, pero a la edad de cinco años no hay mucho que puedas hacer contra las decisiones de tus padres. Todavía recuerdo el día en que mi madre guardó mi ropa y mis juguetes y los tiró en la camioneta. Fue extraño ver todas las cosas que eran importantes para mi arrojadas descuidadamente en bolsas, me dolió. A la mañana siguiente, mi familia y yo tomamos la misma camioneta y nos dirigimos hacia Weslaco, Texas.

Había cruzado el Puente Internacional Pharr-Reynosa muchas veces antes, pero esta vez fue diferente. Las coloridas mariposas en tonos de naranja, verde y azul que decoran el frente de la estructura de concreto, las mismas que una vez encontré lindas y divertidas, parecían mirarme como burlándose de mi miseria. Sus ojos brillantes ya no eran divertidos, sino amenazantes. Durante casi una hora sollocé silenciosamente, asustada de la vida que me esperaba al otro lado de ese puente, asustada de lo desconocido, de una vida que no quería.

Acostumbrarme a Weslaco no fue fácil. Todo era tan diferente. No había niños corriendo en la calle jugando “los colores” o fútbol. De repente me sentí tan sola y encerrada. Pero no duró mucho, ya que solo una semana y media más tarde me inscribieron en pre-kinder. La escuela realmente no ayudó, me encontraba sentada sola la mayor parte del tiempo porque no podía hablar inglés, escuchaba a los niños reír y hablar sobre cosas que no podía entender y me sentía tan perdida. Las únicas personas con las que podía hablar eran las señoras de la cafetería durante el desayuno, e incluso ellas parecían desinteresadas. A medida que me sumergía en mi nuevo entorno, me acostumbré a luchar para seguir instrucciones simples, me acostumbré a que me llamaran “the mexican girl”, me acostumbré a ser diferente.

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Durante muchos años tuve que vivir con una mamá de medio tiempo y viendo a mi papá y a mi hermana solo los domingos. Era como saber que tenía una familia propia pero aún así sentirme huérfana. La Pascua era muy difícil para mí porque todos vestían a su familia de cierto color y hacían juegos familia contra familia pero yo siempre estaba sola. Era la chicle de mi tía y mi primo. Mis compañeros en la escuela pensaban que yo no tenía papá porque nunca asistía a las asambleas o shows escolares. Por mucho tiempo odié a mis papás los culpe por mi soledad los culpe por la manera en la que todos me veían cuando ninguno de mis padres me acompañaba a la escuela, con lástima. Cuando mi tía me decía gorda o me decía tonta y no tenía quien me defendiera me preguntaba porque se deshicieron de mi. Yo entendía que me habían mandado a EU por mi bien pero mi educación y el idioma no eran importantes para mí, yo solo quería estar con mi familia yo ya no quería estar sola.

Pero el tiempo pasa, haces amigos, cambias de escuela y todo se acomoda. En tres años estaba hablando Inglés y me acostumbré a pasar más tiempo jugando adentro. Para los 12 años ya no veía mi vida en otra parte que no fuera EU. Y aún seguía sintiendo ansiedad cuando mis papás se regresaban a Reynosa los domingos por la noche, pero ya no me vomitaba como cuando estaba chiquita. Estaba sola en mi casa pero en la escuela tenía con quien platicar, todas mi amigas hablaban español y mi mejor amiga era de Veracruz así que ella sabía lo que era ser “the mexican girl.”

Para los 16 estaba agradecida por la decisión de mis padres. Yo veía como batallaban para pagar la universidad de mi hermana y los gastos de la casa y pensaba “conmigo no tienen ese problema porque no tienen que pagar nada.” Aparte, crecí siendo muy independiente porque no los tuve conmigo constantemente, así que mientras otros necesitaban que los ayudaran en todo, yo solo hacia las cosas que me parecían adecuadas. Creo que el estar alejada de ellos me hizo apreciar el tiempo juntos más. Yo veo que mi hermana tiene muchos rencores pero yo solo trato de recordar lo mejor de mi infancia.

Conforme fui creciendo me di cuenta que para ellos también tuvo que ser difícil dejar a su hija menor ir, que ellos también se han de haber sentido culpables cuando no podían asistir a algo. Aprendí que los padres solo intentan hacer lo mejor que pueden y aunque se equivoquen no es mal intencionado.

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Cuando pienso en mi niñez la mayoría de mis recuerdos son felices. Nunca me hicieron sentir menos, yo era la que veía las cosas así. Mis papás me facilitaron mucho las cosas con la decisión de mandarme a EU y ahora me es claro. Creo que es fascinante cómo nuestra perspectiva cambia con la edad. Ahora que soy una adulta me siento mal por haber culpado a mis padres por separarme de la familia y sé que me perdí de mucho pero también viví mucho con ellos, tuve lo mejor de los dos mundos. Hay veces que todavía digo “todo hubiera sido diferente si hubiera vivido con mi familia”… y quizás sí, pero al final del día amo la persona que soy ahora y ella no existiría si no hubiera vivido la vida que viví.

¿Tienen alguna historia similar creciendo en los Estados Unidos? Díganos en los comentarios abajo.