¿Cómo Debemos Combatir el Racismo?

Nací en Estados Unidos y he vivido ahí más de la mitad de mi vida. Cuando era pequeño, en la década de los ochentas, viví en una cuidad lejos de la frontera mexicana, donde era difícil ver mexicanos o latinos, y casi imposible escuchar a alguien hablando español. Durante todo mi periodo de formación en una época que abarcó de la década de los ochentas a los noventas  la demografía de Estados Unidos no cambio mucho. En zonas fronterizas y en estados como California y Texas, si era común ver paisanos, pero fuera de ahí, en el resto del país éramos una rareza.  

Photo by Toomas Tartes on Unsplash

En el 2003 conseguí un trabajo en el que viajaba por los 50 estados de los Estados Unidos y visité todas las ciudades importantes (y muchas de las no tan importantes) del país. Pase 5 años viajando así todos los días de mi vida. Los domingos por la tarde abordaba un avión a Nueva York, por ejemplo, y pasaba la semana ahí, y la próxima semana podría estar en el lado opuesto del país en San Francisco o en el Sur en Savannah.  Para el 2008, mientras viajaba por todas estas ciudades e inclusive a regiones tan remotas y exclusivas como Newport, Rhode Island, el famoso lugar de veraneo del viejo dinero Neoyorquino (los Rockefeller y los Carnegie, etc.), noté que algo había cambiado. Ahora lo difícil es viajar a cualquier ciudad de Estados Unidos sin tener el placer de toparte con un latino, o escuchar el idioma español. Y si vas a cualquier restaurant o te hospedas en cualquier hotel, te será más útil hablar español que inglés porque la mayoría de nuestros paisanos dominan en esas industrias.

Si quieres construir algo, hacer calles o puentes o grandes edificios, más vale que hables español porque la mayoría de la gente con ese tipo de habilidades habla español. Si quieres cosechar algo del campo, ya sea lechugas en el sur de California o arándanos en el norte de Nueva Inglaterra, ¿qué idioma crees que te conviene hablar…? Las cifras oficiales de los números de mexicanos en EE. UU. se calculan en alrededor de 12 millones. Yo estoy casi seguro que somos muchos más.

Photo by Dirk Spijkers on Unsplash

Si vemos las cosas desde el punto de vista de las personas que en la última elección votaron por Trump, tiene sentido el temor de algunos de que su país y su cultura estuviera cambiando tanto, tan repentinamente. No le estoy dando la razón a las ideas de Trump, simplemente digo que puedo comprender la perspectiva de los que lo apoyan.

Al viajar por todo Estados Unidos, como lo hice, me abrió los ojos a muchas cosas. Estados Unidos es un país muy grande, más grande de lo que las personas se pueden imaginar si no lo han visitado en toda su extensión. La población de este  gigantesco país es muy diversa, me aventuro a decir que es la población más diversa del planeta. Hay más razas y culturas diferentes conviviendo lado a lado que en cualquier otro país de todo el mundo.  Eso ya de por sí debería considerarse un pequeño milagro. Se podría decir que el experimento que los padres de la nación iniciaron en 1776 ha funcionado. Y que es un país donde se intenta mejorar la democracia y los derechos de las personas día a día.

Pero también tenemos que admitir que el racismo aún existe, y que por el momento parece que no hay una solución inmediata para erradicarlo de la tierra por completo. Es, de cierta manera, una enfermedad hereditaria. Una abominable enfermedad que la sociedad ha tratado de reprimir desde hace tiempo, pero que parece estar grabada en nuestro ADN,  ya que, generación tras generación se sigue propagando.

Photo by Naassom Azevedo on Unsplash

El racismo no solo tiene  que ver con el color de la piel, tambien tiene que ver con el odio y la ignorancia que reside en la gente. Y el odio y la ignorancia pueden residir en todos, seamos blancos, negros, cafés, amarillos, verdes o morados. Pero para empezar a cambiar las cosas, hay que cambiar como tratamos el racismo.

En la actualidad, cuando hay un incidente de racismo, la sociedad trata de ayudar o compensar a la víctima, y de castigar y públicamente humillar a el que instiga el racismo. Está estrategia quizás funcione a corto plazo, sobre todo si lo único que nos interesa como sociedad es la venganza. Pero a largo plazo podemos ver que esta estrategia esta incompleta para erradicar el racismo. Para aplicar una estrategia más completa, no solo hay que ayudar a la victimas del racismo, también hay que ayudar a los que instigan el racismo,  ya que la parte afectada no es  la única victima del racismo. El afectado también es el racista. Afectado por su propia ignorancia y su propio odio.  Bien decía Nelson Mandela, “Odiar es como beber veneno y esperar que eso mate a tus enemigos.” Para erradicar el racismo, necesitamos tambien dejar de odiar al racista. Debemos ayudarlo a superar la ignorancia y el odio que incitan su racismo.  

Deja un comentario